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Música para no olvidar

 Cristina Fernández

La música, como el resto de las expresiones artísticas, ha sido sensible a las grandes tragedias que han sacudido a la humanidad en el siglo XX. La Primera y la Segunda Guerra Mundial son acontecimientos que no han pasado desapercibidos para muchos compositores, que incluso las vivieron en primera persona. En general, se crearon obras musicales con diferentes planteamientos estéticos, que tienen la capacidad de emocionar o impactar. Son manifestaciones musicales únicas, de una universalidad incuestionable, que penetran en lo más profundo del género humano.

Hemos seleccionado cinco obras de autores dispares que se inspiraron en estos acontecimientos históricos: La historia del soldado (1918) de Igor Stravinsky, el Cuarteto para el fin de los tiempos (1941) de Olivier Messiaen, Il canto sospeso (El canto suspendido,1955-56) de Luigi Nono, el Treno a las víctimas de Hiroshima (1960) de Krzysztof Penderecki, y el Réquiem de guerra (1961-62) de Benjamin Britten.

En cada una de estas composiciones se manifiesta de distinta forma el horror ante los conflictos bélicos, y se pretende alguna forma de redención a través de la música. Es una manera de revivir la sinrazón humana, bien para no olvidar, bien para mantenernos alerta. Responden a nuevas formas de expresión musical que reflejan la ruptura social y la incoherencia humana que hicieron tambalearse los pilares de la civilización, en la primera mitad del siglo XX. Las dos guerras mundiales provocaron una gran crisis en la conciencia del hombre occidental, que en el ámbito musical llevaron a posturas renovadoras muy contrastadas. Nació una nueva música atonal, que genera cierta desorientación auditiva, relacionada con la inestabilidad emocional y la pérdida de referentes. En esta nueva forma de componer hay una clara intención de romper con la tradición. La realidad había demostrado que el modelo social y político dominante ya no servía porque solo generaba destrucción y masacre. Mientras que algunos compositores buscaron la renovación recuperando formulas musicales del pasado, otros impusieron el abandono radical de la tonalidad. Todas estas fórmulas novedosas generaron obras al margen de la cultura musical de las masas, con un componente intelectual al que en ocasiones no es fácil acceder.

La historia del soldado (1918), de Igor Stravinsky (1882-1971), es una obra impregnada de una magia especial, que cautiva por el amor a la vida que emerge en medio de la tragedia y la devastación. Fue compuesta en plena Primera Guerra Mundial, cuando el compositor estaba exiliado con su familia en Suiza pasando penurias económicas. Concebida a partir de un texto del escritor suizo Charles Ferdinand Ramuz, amigo del músico, buscaba el interés del público y una producción sencilla que pudiese estrenarse en tiempos de guerra. Stravinsky produjo una obra totalmente distinta a lo que había escrito hasta ese momento: una pieza teatral para siete instrumentos, un narrador, un bailarín y tres actores. Los instrumentos, organizados en parejas, representan las cuatro familias de la orquesta en una brillante proporción de tesituras y timbres: violín y contrabajo (cuerda), clarinete y fagot (madera), corneta y trombón (metal) y varios instrumentos de percusión tocados por un músico. El interés de Stravinsky por el jazz está presente en inesperados juegos rítmicos que dan un carácter trepidante a ciertos pasajes de la obra. El argumento se basa en un cuento popular ruso, extraído de la colección de Alexander Afanásiev, que, siguiendo la leyenda de Fausto, expone la lucha entre el bien y el mal. El soldado José, al volver a su casa de la guerra, se encuentra con el diablo que le embauca para que le cambie su violín, que representaría a su alma, por un libro capaz de predecir el futuro. La historia del soldado se estrenó en un primer momento en 1918 en Lausana, pero la Gripe Española pospuso su estreno definitivo hasta 1924.

El Cuarteto para el fin de los tiempos fue creado por Olivier Messiaen (1908-1992) en el campo de prisioneros de guerra alemán de Stalag VIII-A, en la ciudad germano-polaca de Görlitz, durante la Segunda Guerra Mundial. Messiaen presentía que los alemanes iban a ganar la guerra y que estaba asistiendo al fin de los tiempos. El compositor, de profunda fe cristiana, quería compartir su final a través de una música que dejase al mundo un mensaje de paz y serenidad basándose en el Apocalipsis de San Juan. El resultado fue una obra de cámara para clarinete, violín, violonchelo y piano dividida en ocho movimientos. La devoción del músico por Dios y por los cantos de los pájaros fueron su inspiración y su consuelo. El cuarteto se estrenó en el campo de prisioneros al aire libre, bajo la lluvia, el 15 de enero de 1941. El compositor y tres músicos, compañeros de cautiverio, tocaron con instrumentos recuperados ante el resto de los prisioneros y guardas del campo. Messiaen luego recordaría: “Nunca fui escuchado con tan profunda atención y comprensión”.

Il canto sospeso (1955-56), de Luigi nono (1924-1990), es una obra de vanguardia que refleja el compromiso humano y político de su autor. La música se construye sobre fragmentos de cartas de despedida de miembros de la resistencia europea, antes de ser ejecutados por los nazis. Consta de nueve secciones con intervenciones para cantantes solistas, coro y orquesta. La técnica de composición es el serialismo integral, una forma extrema de racionalización de la música, que establece un control matemático a todos los parámetros musicales: alturas, intensidades, duraciones, etc. y en algunos casos hasta la posición de los instrumentos en la sala de conciertos. Frente a la incertidumbre estética de la posguerra, está nueva objetividad en la forma de componer, proporcionó una oportuna seguridad ideal para el testimonio.

Krzysztof Penderecki, es conocido por su obra Polymorphia, que forma parte de la banda sonora de las películas El resplandor y El exorcista, pero la fama le llegó con el Treno a las víctimas de Hiroshima. En la lírica griega arcaica un treno es un canto fúnebre para coro, sin acompañamiento instrumental. Penderecki compuso esta obra para 52 instrumentos de cuerda y eliminó la voz, el elemento humano, para hacer patente el silencio de las víctimas en la tragedia de Hiroshima. Con el deseo de 

“Que el Treno exprese mi firme creencia de que el sacrificio de Hiroshima no será nunca olvidado y perdido”

 el compositor logró una obra de una poderosa expresividad dramática. A través de un lenguaje musical novedoso, que busca el sonido puro, nos sorprenden disonancias extremas, golpes, chirridos y masas de sonido sin melodía interpretadas con técnicas instrumentales alternativas.

Benjamín Britten (1913-1975) compuso el Réquiem de guerra en 1962 para la consagración de la Catedral anglicana de Coventry, bombardeada por la Lufwaffe durante la Batalla de Inglaterra. Su intención era poner de manifiesto la irracionalidad de los conflictos bélicos y que el Réquiem se convirtiese en un símbolo de un nuevo espíritu de unidad y reconciliación en plena Guerra Fría. Es una obra impresionante para solistas, coro, coro de niños y orquesta sobre el texto latino de la misa de réquiem que se alterna con versos de Wilfred Owen, joven poeta y soldado inglés muerto en Francia en 1918. Britten incorporó muchos elementos modernos de una manera muy personal, consiguiendo notables efectos dramáticos.

Atreverse a escuchar estas obras tan especiales, profundamente auténticas y testimonio de tragedias universales que nunca deberían repetirse, es una experiencia que puede resultar apasionante y trasladarnos a terrenos musicales desconocidos.


Comentarios

Alejandra ha dicho que…
Magnífico artículo y selección musical. Gracias, Cristina

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