Cristina Fernández
El inicio del nuevo curso es un
reto que toda la universidad asume con ilusión y que se celebra con un acto
académico, en el que nunca falta el himno universitario por excelencia: el Gaudeamus
igitur (Alegrémonos, pues).
En realidad, esta canción
estudiantil anónima se titulaba De brevitate vitae (‘Sobre la brevedad
de la vida”) y se cantaba en las universidades alemanas desde mediados del
siglo XVIII. En la actualidad, los coros de la mayoría de las universidades
europeas lo incorporan a su repertorio, aunque no suelen interpretar algunas
estrofas de letra poco académica.
Desde la Baja Edad Media hay
indicios de la existencia del texto del Gaudeamus igitur y existe la
convicción de que algunos pasajes son anteriores. Se cree que la música es de
Johann Christian Günther (1717) y que fue reescrita por Christian Wilhelm
Kindleben, teólogo evangélico que la incorporó al libro de canciones
estudiantiles que publicó en 1781.
Cuando Johannes Brahms (1833-97)
recibió en 1879 el doctor honoris causa en la Universidad de Breslavia
(Polonia), compuso la Obertura académica Op.
80, en la que introdujo la
melodía del “Gaudeamus”. También Johann Strauss (hijo, 1825-99) utilizó
la melodía del himno en su Polca de los estudiantes.
Otra manifestación musical típica de la universidad es la tuna, emparentada con los goliardos, y que muchas fuentes apuntan a que surgió en Salamanca para posteriormente extenderse por Europa y Latinoamérica. Los goliardos eran clérigos vagabundos y estudiantes pícaros sopistas que, en la Edad Media, proliferaron en Europa con el auge de la vida urbana y el surgimiento de las universidades. El término sopista aludía, por su semejanza fonética y conceptual, a los sofistas de la Grecia Clásica, en su sentido peyorativo de sabios charlatanes. También se refería a los estudiantes universitarios sin recursos económicos que frecuentaban tabernas y monasterios, ofreciendo su música a cambio de un humilde plato o, en los conventos, de la llamada sopa boba (básicamente pan y caldo) distribuida por las órdenes mendicantes.
El compositor alemán Carl Orff
(1895 – 1982) a través de su cantata Carmina Burana dio a
conocer una selección de cantos goliardos de los siglos XII Y XIII extraídos
del manuscrito Carmina Burana, también conocido
como Códex Buranus o los Cánticos de Beuern. La poesía de los
goliardos, que cantaba al amor, al vino (no perderos el In
taberna quando sumus del “Carmina” de Orff) y se burlaba del clero,
encajaba con la intención de crear una obra musical de gran fuerza primitiva
que apelaba a la musicalidad básica que el compositor atribuía a todo ser
humano. En la cantata, además de la orquesta y coros, intervienen solistas,
destacando la percusión y la riqueza rítmica.
Hasta que no se permitió la presencia de la mujer en la universidad española (1910), ni los coros ni las tunas contaron con el talento musical femenino. La ausencia de las mujeres reducía la diversidad vocal a registros, timbres y colores de la voz masculina. La primera tuna mixta de la que existen evidencias surgió en la Universidad Central de Madrid en 1924. La discriminación por género reapareció en la dictadura franquista. Posteriormente, las estudiantes formaron tunas exclusivamente femeninas. En la actualidad la música en la universidad se ha diversificado y existen agrupaciones musicales de música moderna, rock, jazz o góspel que conviven con las tradicionales.
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